Antes de ser madre, oía historias acerca de parejas en crisis que habían decidido tener un hijo para solucionar su situación, encontrar un nuevo lazo de unión, una ilusión para ambos, un nuevo proyecto de vida en el que trabajar juntos… Sinceramente, la teoría queda preciosa pero en la realidad, la llegada de un bebé, en lo que a la convivencia de la pareja se refiere, traerá enlazados cambios trascendentales que sólo contribuirán a agravar los problemas existentes, e incluso harán aflorar otros nuevos que hasta ese momento ni siquiera había hecho acto de presencia.
Si para unos padres enamorados y bien avenidos, el nacimiento de un hijo puede desequilibrar absolutamente todos y cada uno de los esquemas, desde el punto de vista personal, laboral y social ¿qué no podrá dinamitar en una unión que ya estaba trastocada con anterioridad?

Por lo general, los hijos son lo mejor del mundo, de ahí que como especie sigamos reproduciéndonos y que después de haber sido padres primerizos muchos nos animemos a repetir de nuevo, una o más veces. Si las desventajas de formar una familia superasen a las satisfacciones ¡nos hubiéramos extinguido hace tiempo! ¿Quién en su sano juicio caería en brazos de la paternidad si pensase que esta destruiría su vida?
No obstante, hay etapas en la vida con bebés, con niños, con adolescentes y así hasta el infinito, porque siempre los veremos como nuestros retoños a los que cuidar, que son especialmente duras para la vida en pareja. No es que los niños sean los culpables de las crisis sentimentales de sus padres, pero sí nos meten de lleno en una vorágine de novedades, de cambios logísticos, de ruptura con la monotonía y la seguridad de lo cotidiano que ya conocíamos, que pueden desestabilizarnos como pareja durante meses ¡o incluso años!

Con paciencia y un poco de perspectiva a largo plazo, confiemos en que el nuevo panorama de una vida con hijos tendrá solución. Sólo debemos observar, aceptar los cambios y proyectar cómo queremos superarlos o integrarlos en nuestras vidas. Estos son algunos de los trastornos más habituales para una pareja que tiene hijos.

Dificultades para encontrar tiempo como pareja cuando hay niños

Muchas veces nos estrenamos en la paternidad con la idea preconcebida de que serán nuestros hijos quienes se adapten a nuestros horarios, cuando suele ser al revés. Un bebé demanda sueño, alimento, higiene y contacto físico a cualquier hora del día. No entienden de nocturnidad, ni del cansancio paterno, ni de otras obligaciones de los adultos. Su instinto de supervivencia y sus necesidades básicas son lo primero, por lo que podemos vernos cambiando 3 pañales en una hora, cenando mientras les damos el pecho y hacemos malabarismo con el tenedor, o acostándonos a las 9 de la noche con ellos, porque ya no aguantamos más el cansancio. No es que nos cueste encontrar tiempo como pareja, es que un bebé absorbe todo el tiempo de cualquier adulto de su entorno.

Cambio en las actividades de ocio

Antes de ser padres, pensamos que con renunciar al ocio nocturno de bares y discotecas, el resto de nuestras aficiones permanecerán inalteradas. No es por desanimar a nadie, pero puede que esto tampoco ocurra literalmente cómo lo habíamos imaginado. En ocasiones, no son los niños los que nos lo impiden ¡sino la propia pereza que nos invade a muchos al convertirnos en padres!

Se puede viajar con niños, pero sólo de pensar en salir con la casa a cuestas preferimos no movernos del salón. Se puede ir a restaurantes, pero unos tenemos más paciencia que otros a la hora de comprender que los niños no querrán estar 3 horas sentados en una mesa, o que deberíamos dejar los restaurantes de categoría para cuando crezcan, cambiándolos ahora por otros con zona infantil ¡y todos felices!

Si te gusta hacer deporte, o tener tiempo para ti, y logras encontrar esos huecos, será tiempo que también restes a tu pareja: normalmente si uno sale un par de horas de casa, es el otro miembro el que se queda al cuidado del niño, por lo que no se hacen cosas a la vez. En una situación tan especial, habrá quien prime el espacio personal por encima del de la pareja, y esto acaba pasando factura.

Parejas que se convierten en meros compañeros de piso

La incomunicación llega a casa para quedarse por un largo tiempo. Tras la jornada laboral de cada uno, el agotamiento de cuidar a un bebé, de ocuparse de las tareas domésticas harán que prácticamente nos convirtamos en desconocidos: nos cruzaremos por los pasillos de casa, compartiremos una cama en la que sólo nos interesará caer casi desmayados para dormir, y donde a veces también dormirán nuestros hijos, lo que acaba generando una pérdida del interés mutuo: no es que nos hayamos dejado de querer ¡es que nos faltan minutos e integridad física para hacerlo! En ocasiones, tendremos que hacer un esfuerzo tremendo para encontrar un espacio común.

Delegar el cuidado de los hijos para tener algo de intimidad

No es una opción que agrade a todas las parejas, ya que cada cual vive la maternidad y la paternidad como elije. Una escapada al cine, a cenar o a comer, un fin de semana a solas pueden ayudar a retomar el amor en el punto en el que quedó estancado cuando llegaron los hijos. Son consejos sencillos y muy efectivos para algunos padres, pero otros no conciben la posibilidad de salir de casa sin niños, ni de dejarlos a cargo de otras personas “solo” por esto. Hay que valorar los pros y los contras de este plan de pareja, porque si al final vamos a estar incómodos y con un continuo cargo de conciencia por habernos obligado a desconectar de nuestra paternidad, el experimento no habrá servido de nada.

 ¿Cómo vivisteis la llegada de vuestros hijos? ¿La pareja siguió igual de unida y estable o notasteis estos cambios? ¿Se desequilibró por completo? ¿Qué otras tácticas pusisteis en práctica para no alejaros demasiado el uno del otro?