¡Tu bebé es tan frágil y pequeño! Los primeros días tendrás dudas sobre cómo bañarle: ¿Cómo le agarro?, ¿cuándo es mejor bañarle?, ¿qué jabón utilizo?… No te preocupes, con esta pequeña guía que te damos, en menos de una semana sabrás disfrutar plenamente de estos momentos cotidianos y reforzar el vínculo con tu hijo.

El baño puede convertirse en uno de los mejores momentos de cada día, una oportunidad para relajaros tu hijo y tú. Quizá al principio te dé un poco de miedo, ¡es tan frágil y pequeño! Pero no te preocupes: en unos días será parte de la rutina diaria y ayudará a fortalecer el vínculo que hace tan especial la relación madre-hijo.

Estos son los puntos clave para que disfrutéis de estos momentos diarios:

Antes de nacer el bebé, compra lo que necesites para el baño. Tienes múltiples opciones para la bañera: de plástico rígido que se coloca dentro de la bañera grande de casa, plegable de tijera, mueble-bañera… eso sí, es conveniente que puedas moverla fácilmente y que no tengas que inclinarte demasiado para bañar al niño; tu espalda lo agradecerá. Además, necesitarás un albornoz para arropar al bebé cuando lo saques del agua y un colchón cambiador en el que ponerle el pañal después del baño.

Nunca dejes solo al niño; un bebé puede ahogarse con muy poquita agua. Prepara antes todo lo que necesites: un jabón con pH neutro, una esponja natural o vegetal, ten a mano el albornoz, y no te olvides de una crema. Revisa también que has preparado la ropita limpia que le vas a poner y los pañales.

Comprueba siempre la temperatura justo antes de introducir al bebé. La habitación debe rondar los 20 grados –y vigila que no haya corriente de aire-. El agua debe estar entre 34 y 37ºC. Lo mejor es usar un termómetro pero, si no tienes, utiliza el viejo truco de introducir el codo (no la mano, que es un “termómetro” menos fiable).

Si aún no se le ha caído el cordón umbilical, báñalo sin sumergir todo el cuerpo. Acorta la duración del baño y seca muy bien toda esa zona.

La mejor hora para el baño depende de cada niño; tendrás que estudiar la más satisfactoria para tu hijo: tal vez por la mañana, para espabilarse; o por la noche, para prepararse para el descanso… Lo realmente importante es que estés relajada y sin prisas, para que él también se relaje y los dos disfrutéis de este rato.

Es mejor bañarle antes de una toma, para que el niño no vomite cuando lo muevas.

El baño en siete pasos

  1. Desviste al bebé.
  2. Introdúcelo poco a poco en el agua. Si le metes de golpe le será desagradable y se sentirá inseguro, con lo que puede empezar a llorar. Para evitar el impacto del agua, háblale, acércale tu cuerpo y haz que se sienta seguro en tus brazos.
  3. Sujétale pasando tu brazo (el derecho si eres diestra y el izquierdo si eres zurda) por su espalda, agarrando con la mano la axila más alejada de ti y su cabeza en tu antebrazo.
  4. Utiliza la mano que tienes libre para pasarle la esponja o acariciarle.
  5. Déjale que chapotee mientras le hablas y le miras de cerca a la cara. Puede que el baño sea uno de los mejores momentos para estrechar la relación con tu niño, porque este un rato lo tenéis para vosotros (ni caso al teléfono si suena). Tampoco se trata de estar un buen rato a remojo. Con cinco minutos es suficiente.
  6. Si tienes que lavarle la cabeza, hazlo al final. No es necesario que se la laves todos los días, con dos o tres veces por semana es suficiente.
  7. Si estás sola, coge la toalla con la barbilla y envuelve al bebé según lo saques del agua, recuerda que no debes dejarlo solo en el agua ni un momento.
  8. Seca bien al bebé con la toalla, en todos los pliegues; dale crema hidratante y vístelo. Para los oídos, usa la toalla o una gasa, nunca bastoncillos de algodón.