A veces, los familiares somos, sin darnos cuenta, irrespetuosos e impertinentes y convertimos el tema del bebé en una presión excesiva sobre los futuros padres. Cuando parece que una pareja se consolida, no dejamos de increpar con la fecha para la boda. Si ya están casados, preguntamos, una y otra vez, por la llegada de la maternidad o los deseos de paternidad de uno u otro; y, si ya han tenido un bebé, el siguiente objetivo es: «¿para cuándo un hermanito?».

Reconócelo: en ocasiones, somos insufribles y solo nos damos cuenta cuando somos nosotros mismos quienes nos encontramos en ese lado del asedio, cuando somos los receptores.

¿Y la presión social?

Algunos de nosotros quizás nos sentimos más sensibilizados y agobiados con todas estas cosas, pero no solo existe la presión familiar por tener cada año más comensales en la mesa. Si lo piensas bien, también hay una presión social implícita, que puede llegar a molestar.

Cuando una pareja retrasa el tema del bebé por sus intereses particulares, es posible que se descuelgue de su círculo de amigos, sobre todos, si el resto ha decidido empezar ya a procrear. Pronto los «no puedo», «tengo al niño malo» y «pasaremos la tarde en el parque de bolas» se convierten en la única opción para salir o no con el resto del grupo. Sin olvidar esas estadísticas poco oportunas de los telediarios que nos informan de que las muertes en nuestro país han superado a los nacimientos, la población envejece o cada vez surgen más problemas de fertilidad por retrasar los embarazos.

El estrés que afrontan las parejas

Hoy en día, parece que la libertad para escoger el momento de tu maternidad sea un lujo no apto para todos los mortales. Seguro que también eres consciente de las trabas que un matrimonio se puede encontrar durante sus primeros años. Por un lado, si sus componentes han decidido estudiar para tener más oportunidades laborales, seguramente, se hayan plantado con al menos unos veinticinco años, cuando parece que su solvencia empieza a despegar. Y eso con suerte.

Quizás sea peor y hasta los treinta no hayan encontrado un puesto de trabajo medianamente decente o prometedor y por el que quieran apostar. Si es tu caso, seguro que entiendes que esta situación social haya retrasado los planes de paternidad de más de uno.

Digamos, por contra, que ya has tenido un bebé, tu hijo ya está escolarizado y has vuelto al mercado laboral. Si también tu pareja trabaja, es posible que estéis haciendo malabares para lograr coniliar familia y trabajo. Según cuál sea tu puesto, igual todavía crees que eso de la conciliación familiar es una leyenda urbana. ¿Trabajas a turnos? Pronto ese bebé crecerá un poquito y todo será más fácil.

Tener un solo hijo es habitual y muy coherente para muchas familias, ya que la economía ha pasado por momentos sumamente complicados y muchos de nosotros no tenemos otra elección.

Pero hay tantas circunstancias como personas

Es muy complicado generalizar en un mundo tan plural y plantearte una maternidad cuando no sabes si podrás pagar los pañales del año que viene, tu situación laboral es inestable o tu pareja no está del todo consolidada. Podría ser una temeridad.

Por otro lado, creer que tienes que ser madre sí o sí, debido a que se te pasa el arroz, todos te dicen que es el momento perfecto o solo faltas tú entre tus amigas, tampoco es la mejor decisión. ¿Y si preguntas a alguien que ya lleva tiempo intentándolo, pero aún no lo ha conseguido?

Debemos entender que la paternidad es una decisión muy personal y no algo que se pueda deshacer tiempo después si tus intereses cambian. Es una responsabilidad que una persona o pareja adquiere con el nuevo ser y permanecerá vigente durante toda su vida.

Por otro lado, un bebé debe venir al mundo en un lugar en el que se le espere, ya que va a ser totalmente dependiente durante sus primeros años de vida. Él no va a tener la capacidad de escoger si quiere nacer o no. Simplemente, estará libre de toda culpa, pero demandará, por derecho, todo lo que necesite.

Como ves, no es algo que pueda hacerse a la ligera, temporal o fácil. Seamos honestos: el parto, las noches sin dormir, los sacrificios, los gastos… Si lo piensas bien, quizás después del primero, después de recuperar la normalidad laboral, te parezca menos razonable volver a empezar de nuevo con otro retoño.

Cuando una pareja está preparada o una persona así lo decide, hay muchas opciones a su alcance para cumplir ese sueño de la maternidad y tener y amar a ese bebé como merece; pero, mientras tanto, no hay nadie que pueda tomar esa decisión por uno mismo. Ese respeto que sientes por tus intereses y ti mismo debes hacerlo extensible al resto de personas y circunstancias. Y vosotros, ¿Os habéis sentido presionados durante la maternidad o paternidad?